Cantidad de visitas al blog...

jueves, 15 de marzo de 2012

Bocas del Tiempo

La sequía 
Lamin Sennah y sus hermanos habían dejado de jugar. Desde que la sequía empezó, 
estaban dedicados a escarbar, en vano, la tierra bombardeada por el sol.
La madre desnudó sus orejas y su cuello, vendió sus aros y sus collares, y después fue
vendiendo sus ropas y las cosas de la casa.
En el centro de la casa sin nada, ella encendía el fuego, cada día, para lo poquito que
nadaba en la olla.
Comieron los últimos granos.
La madre seguía encendiendo el fuego, para que los vecinos vieran el humo.
Largo estado de sitio: cercados por la sequía, Lamin y sus hermanos pasaban las noches
con los ojos abiertos y pasaban los días bostezando sin parar y temblando como si hiciera frío.
Sentados alrededor del fuego, los brazos escuálidos sobre las rodillas, ya ni siquiera suplicaban
lluvia al cielo.
Entonces la madre se fue y regresó sin la cucharita de plata que ella guardaba, escondida,
bajo el piso.

La cucharita, su secreto tesoro, su única herencia, había sido de los abuelos de sus
abuelos, mucho antes de que Gambia, su país, fuera un país.
Esa última venta les dio algún bocado que comer.
–Pero ella se apagó –cuenta Lamin.
La madre ya no pudo levantarse más. Ya no hubo fuego en el centro de la casa.

EDUARDO GALEANO

No hay comentarios:

Publicar un comentario