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martes, 21 de febrero de 2012

El viajero del más allá

EL VIAJERO DEL MÁS ALLÁ

Juan amaneció después de una noche de reflexión. Llevaba mucho tiempo trabajando y pensó en tomarse unos días de vacaciones, comprendió que tantos días esforzándose merecían un descanso merecido.
Decidió ir a la estación de colectivos, y compró el ticket que más lejos lo iba a llevar, un rumbo lejano, sin nada cerca, una ciudad que por los comentarios era muy pintoresca. Luego de armar los bolsos, con los nervios a flor de piel por esta travesía sin precedentes en su vida, la cual lo iba a depositar en un lugar nunca visitado. Subió al colectivo 20 minutos antes de que comience la aventura, viajó durante 18 horas, solamente con 2 paradas antes de llegar al lugar indicado, durante su viaje comprobó que ninguno de los pasajeros llegaba a esta ciudad, y que él sería el único viajero que quedaría arriba del colectivo. Mientras viajaba iba observando el hermoso paisaje, grandes ciudades, muchos pájaros, campos al pasar, gente trabajaba a la par de la ruta, y de vez en cuando veía un par de niños que saludaban a todo vehículo que se trasladaba. Las horas fueron pasando, la gente bajándose, hasta que solo quedó en el colectivo. A la mañana llegó a destino, habían sido muchas las horas de viaje y el cansancio pasaba factura, los nervios no lo habían dejado dormir mucho tiempo pero a su vez la emoción lo inquietaba al punto de querer recorrer el pueblo sin dormir, el cansancio se escondía tras la ilusión de conocer un nuevo lugar.
En la misma estación decidió desayunar, pidió un café y con 2 medialunas, y preguntó al mozo que lugar podía ir a conocer, este le explico que el pueblo poseía una iglesia hecha por los jesuitas, la cual había sido edificada en 1750 la cual se encontraba en condiciones intactas, también aconsejó conocer el centro histórico que todavía debía guardaba reliquias históricas de los indígenas que algún tiempo estos lugares habían habitado y la plaza principal, en la cual había siempre sentada una mujer que siempre hablaba con la poca gente que llegaba y no era de este lugar; para ir a todos estos lugares debía caminar por las calles angostas en las cuales solo se podía pasar caminando, o en bicicleta en su defecto. Terminó con su café y su medialuna, pidió la cuenta, pagó y se marchó. Caminando por las calles aconsejadas fue viendo que este pueblo poseía varias casas de adobe, que la gente tomaba mate en la calle, que lo saludaban cada 20 metros y sintió un extraño.
Fue preguntando y llegó hasta la plaza, en la cual vio a la señora que el mozo de la estación le había dicho que residía todo el día ahí, decidió acercarse, ella notó su presencia, le hizo un lugar en su banquito y comenzó el dialogo.
-Hola nene, ¿cómo le va? no es de acá ¿no?
-Hola señora, yo muy bien, ¿usted? No, no soy de acá, vengo de un lugar muy lejano, vine a conocer este pueblo ya que me habían comentado que poseía varias bellezas arquitectónicas y una historia muy rica.
- Yo bien, viendo la vida pasar. Que raro que te hayan comentado eso, hace mucho que yo no veo a alguien que no sea de aquí dando vueltas por la plaza.
-Mire usted, y cuénteme, ¿cómo es la historia de este pueblo?
-Mire m’jo, este pueblo fue fundado por los jesuitas en 1680 durante una misión al norte, resulta que se terminaron quedando, ellos tenían plantaciones de todo tipo, la poca gente que residía siempre tenía para comer, y se comenta que este pueblo vivía de carnaval en carnaval, la plaza estaba florecida todo el año, la gente bailaba casi todo el día, y la música de los pájaros formaba coplas que se acompañaban con letras inventadas por la gente.
-Ah, y ¿qué pasó que terminó así este lugar?
- Los años fueron pasando, el auge de este lugar fue a principios de 1900, por acá pasaba el tren, se llevaba granos de acá, carnes y traían otras tantas cosas, luego comenzó a circular el tren con personas, imagínese m'jo, surgía la ciudad alrededor de las vías del ferrocarril, la gente se bajaba, conocía, recorría y se interiorizaba sobre nuestro pueblito.
-Mire usted, y ¿qué pasó con el tren? Le pregunto por qué vi las vías abandonadas.
- Los años no vienen solos, el tren dejó de pasar, la gente dejó de venir, los más jóvenes emigraron a las grandes ciudades, allá estudiaron, trabajaron  y jamás volvieron.
Hoy aquí solo residimos las personas mayores de 60 años y somos bien conscientes que el día que nuestras generaciones desaparezcan, este lugar quedará bajo polvo y el olvido todo lo cubrirá.
-Y usted, ¿tiene hijos señora?
-No, yo me case con 25 años, al segundo año de matrimonio  mi marido desapareció, me dijo que se iba a trabajar unos días a la ciudad, y jamás regresó, al tiempo me enteré que había fallecido en un accidente de tránsito, imagínese niño lo que fue para mí, viuda en mi casa, llena de recuerdos de él.
- ¿Y nunca rehízo su vida? Usted era joven.
- Jamás, yo siempre fui mujer de un solo hombre, él fue mi hombre, y en este pueblo de mala muerte si rehacía mi vida iba a ser juzgada y tratada como una puta.
- Mire usted, ¿y que más me puede contar de este lugar?
-Mira, ¿te doy un consejo? Anda a la iglesia y recorre la ciudad.
- Le voy a hacer caso, porque no tengo mucho tiempo y me gustaría conocer todo lo que me dijo, su historia es realmente conmovedora,pero muy certera.
-Chau hijo, te deseo lo mejor en tu vida.
Juan la saludó y entendió que esta mujer guardaba una frustración adentro suyo, fue y recorrió la iglesia, el centro histórico, demás plazas y lugares. A los 2 días regresó a su ciudad, y comprendió que muchas veces el olvido ataca cosas valiosas de la gente, pero por sobre todas las cosas aprendió que las palabras sabias de la señora le habían enseñado a valorar lo que tiene, a cuidar a su gente y a comprender que desde que el tren dejó de pasar, este pueblo había dejado de bailar, hoy solamente quedaban cenizas del pueblo que había sido; memorias de un pasado prospero que quedo trunco con el paso del tiempo, recuerdos que jamás serían olvidados, por esta mujer y todos los pobladores.


IGNACIO GIARDINI

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